Bienestar, Bien Ser y Bien Conocer.
El mal no consiste en el tener como tal, sino en el poseer que no respeta la calidad y la ordenada jerarquía de los bienes que se tienen. Parafraseando, el extraordinario sentido común y tratando de asimilar el pozo de ciencia que nos legó Juan Pablo II, debería ser altamente instructiva una constatación desconcertante de este período más reciente de la historia de Navarra, como parte de una sociedad más amplia: Occidente.
Junto a las miserias del subdesarrollo, que son intolerables, nos encontramos con una especie de superdesarrollo, igualmente inaceptable porque, como el primero, es contrario al bien y a la felicidad auténtica. Parece que tenemos en poco el bien ser frente a un mucho de bienestar, consistente en la excesiva disponibilidad de toda clase de bienes materiales para algunas categorías sociales. Ello facilita una sociedad con algunos hombres esclavos de la posesión y del goce inmediato, sin otro horizonte que la multiplicación o la continua sustitución de los objetos que se poseen por otros todavía más perfectos. Es la llamada civilización del consumo o consumismo, que comporta tantos "desechos y basuras”.
En Navarra, todos somos testigos de algunos tristes efectos de esta ciega sumisión al mero consumo.
En primer término, una forma de materialismo craso, y al mismo tiempo una radical insatisfacción, porque se comprende rápidamente que, si no se está prevenido contra la inundación de mensajes publicitarios y la oferta incesante y tentadora de productos cuanto más se posee más se desea, mientras las aspiraciones más profundas quedan sin satisfacer, y quizás incluso sofocadas. El dato: riesgo de estar promoviendo o aceptar la subcultura de los jóvenes, el hedonismo desenfrenado, la delincuencia, entre otras muchas gracias. Ahí está la situación de inmigrantes en pueblos y ciudades de nuestras Merindades, con la que podemos colaborar consciente o inconscientemente-en su catalización hacia el bien o en el mal para todos.
La acentuada diferencia, entre el tener y el ser se define: en un tener objetos y bienes que no perfecciona de por sí al sujeto, si no contribuye, a la maduración y enriquecimiento de su ser, a la realización de la vocación humana como tal. La diferencia entre ser y " tener”, no debe transformarse necesariamente en una antinomia. Una de las mayores injusticias del mundo contemporáneo consiste precisamente en esto: en que son relativamente pocos los que poseen mucho, y muchos los que no poseen casi nada. Es la injusticia de la mala distribución de los bienes y servicios destinados originariamente a todos. Éste es pues el cuadro: están aquéllos los pocos que poseen mucho que no llegan verdaderamente a ser , porque, por una inversión de la jerarquía de los valores, se encuentran impedidos por el culto del tener; y están los otros los muchos que poseen poco o nada los cuales no consiguen realizar su vocación humana fundamental al carecer de los bienes indispensables.
El mal no consiste en el tener como tal, sino en el poseer que no respeta la calidad y la ordenada jerarquía de los bienes que se tienen; de la subordinación de los bienes y de su disponibilidad al ser del hombre y a su verdadera vocación.
Conocer el bien
La mirada vacía y sin rumbo de Carlos se perdía en la oscuridad de la fría noche de sábado. Con un resto de cigarro que había encontrado en la calle, pensó: “¡Llegué al fondo del pozo! Si alguien me hubiese advertido que eso iba a ocurrir conmigo, simplemente me reiría de él; pero ahora, ¿qué quedó de mi?”
Carlos había vivido durante años lo que muchos llaman “sueño”. Libre, sin tener que dar cuentas a nadie, iba y venía por donde quería, a la hora que quería. ¿La iglesia de sus padres? ¿Quién necesitaba del peso de la iglesia para malograr el sueño?, pensaba. La iglesia te ciega; no te permite ver. La Biblia es un libro de fanáticos, y solo sirve para reprimir las ganas de ser feliz.
Pero, ahora el cuadro de felicidad que había dibujado era un garabato, y el sueño se había convertido en una pesadilla.
Una de las armas del enemigo es burlar. El texto de hoy es una prueba de eso. Acusa a Dios de no querer la felicidad de sus hijos; de impedir que sus hijos vean “lo bueno que hay en esta vida”.
Ese tipo de discurso es fuertemente aplaudido por la sociedad moderna, que insiste en probarlo todo, experimentarlo todo; vivirlo todo. Dios es un Dios de opciones, y una de esas opciones es conocer lo malo. Pero, por más que esa manera de pensar parezca “cultura”, conocimiento y aprendizaje, este conocimiento siempre trae frustración y amargura al alma.
Era noche fría de sábado, y Carlos se levantó. Echó el cigarro a la basura, y exclamó: “¡Estoy cansado de conocer el mal! Voy a buscar lo que es bueno”. Las palabras no habían salido de sus labios, cuando el Señor Jesús ya le abrió los brazos y lo recibió.
Tienes un nuevo día delante de ti. Y cada nuevo día trae una nueva oportunidad. No esperes a llegar, como Carlos, al fondo del pozo, para reconocer que necesitas de Jesús. El mal existe, pero no tiene nada de bueno para enseñarte. El bien, por el contrario, es todo un mundo inagotable de conquistas y de aventuras del espíritu. Escoge el bien, y no le hagas caso al enemigo cuando venga y te diga: “Dios sabe muy bien que, cuando coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y llegarán a ser como Dios, conocedores del bien y del mal”.
Plenitud en Cristo de Alejandro Bullón
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